Uno de los principales retos a los que se enfrenta todo ilustrador o creador visual, es la correcta plasmación gráfica de lo que piensa o imagina.

Muchas veces vemos con frustración, como aquello que imaginamos no es ni por asomo lo que logramos plasmar en el papel. Esto hace, entre otras cosas, que recurramos muchas veces a referencias visuales a la hora de crear nuestras ilustraciones, referencias que por un lado nos ayudan, pero por otro terminan por aletargar nuestro mundo personal y creativo.

¿Por qué sucede esto?

Los seres humanos comenzamos a dibujar de forma espontánea y natural entorno al primer año y medio de vida. Esos garabatos o movimientos producen un placer sensorial en el niño que además contribuyen de forma eficaz al dominio de su psicomotricidad. Y no dejamos de hacerlo. El niño disfruta enormemente dibujando. (más adelante realizaré un post dedicado a este tema).

Sin embargo, cuando nos aproximamos a la adolescencia o quizás antes, depende un poco de la sensibilidad y características de cada persona, comenzamos a sentir presión hacia nuestros dibujos. Somos conscientes de las fallas, nos comparamos o nos comparan, y dibujar deja de ser una experiencia meramente expresiva y lúdica. La mayor parte de las personas dejan de dibujar en esta edad ( 11 o 12 años). Es por ello que muchos adultos dicen que dibujan «fatal» o dibujan como niños. Pero esto sucede no porque no tengan las capacidades, que son intrínsecas a todos los humanos, sino porque abandonaron una práctica, y al retomarla se encuentran con que parten del mismo punto en la que la dejaron.

Dibujar, es a día de hoy, un reto para la mayor parte de los adultos. Y en mis clases me encuentro con mucha gente que lo vive con gran pesar.

Sin embargo, el dibujo, ya sea porque nos dedicamos profesionalmente a una actividad visual o simplemente porque sí, aporta unos enormes beneficios a la persona.

¿Qué es dibujar?

Siempre digo que dibujar no es más que trazar sobre el papel, lienzo o cualquier soporte. Y en su aspecto más rudimentario es eso y nada más. Por tanto, aunque consideremos que nunca dibujamos esto es incorrecto. Jamás hemos dejado de hacerlo. Cuando en un cristal tintado por el vaho hacemos una espiral o una cara sonriente, estamos dibujando; cuando en la oficina garabateamos sin sentido sobre los folios, estamos dibujando; de hecho, cada vez que escribimos a mano, en realidad, lo que estamos haciendo es dibujando letras.

Así que todos dibujamos.

Otra cosa diferente es dibujar conscientemente aquello que queremos expresar. Ahí es donde nos encontramos con la mayor dificultad. ¿por qué? Para empezar porque no tenemos un pensamiento visual.

Así que podríamos decir que dibujar es básicamente saber ver. O que saber ver es lo que necesitamos de verdad para poder dibujar lo que queremos.

Pensamiento visual vs pensamiento conceptual.

La forma en la que nos relacionamos con el mundo es básicamente a través de los conceptos. Es la forma en la que nos adaptamos y sobrevivimos a nuestro ambiente. Nuestro pensamiento es conceptual. Cuando entramos en una habitación, de forma inconsciente, hacemos un registro de conceptos (mesas, sillas, ventana, personas, etc) y está bien, es lo que necesitamos para comprender la realidad. Pero no es lo que necesitamos para reflejar, dibujar o pintar la realidad. Porque a la hora de trasladar al papel conceptos abstractos, la mano y el cerebro sufren. Nos frustramos y abandonamos pensando que no sabemos dibujar.

Necesitamos traducir esos conceptos en «vocabulario visual» que sea representable. Necesitamos ver, y saber ver. De tal forma que cuando entremos en la misma habitación lo que veamos sean formas, figuras, espacio, luz, profundidad etc. Y en la medida que cada vez seamos más capaces de observar de tal forma la realidad, seremos más capaces de dibujar. Y llegará un momento en que además seremos capaces de dibujar aquello que solo nos pertenece a nosotros, nuestro mundo interior.

Lenguaje visual.

Aprender a dibujar o mejorar en nuestra forma de dibujar, requiere por tanto, de ir ganando competencias en una serie de aspectos relacionados completamente con el lenguaje visual. Y a partir de ahí, cada uno en función de su propia forma de ser. Habrá personas que lleguen a un desarrollo técnico muy elevado de estas cuestiones y sean grandes naturalistas o realistas; habrá otros cuyo interés sea más expresivo o expresionistas y habrá otros que disfruten recreando de forma poética y surreal o inventando mundos y personajes. Habrá tantos estilos y formas de dibujar como personas hay.

En cualquier caso para dibujar adecuadamente, el cerebro debe entrenarse en el pensamiento visual para que pueda entender y dar valor a cuestiones como las formas, las posiciones, las direcciones y otras relaciones visuales en lugar de reconocer objetos y transformarlos en palabras.

Aprender a dibujar tiene que ver con pensar de una forma nueva.

Vocabulario visual básico que debemos dominar:

  • Punto o posición
  • Línea
  • Forma
  • Figura
  • Espacio

En una próxima entrada abordaremos de forma práctica por dónde comenzar a dibujar. Cómo observar y qué preguntas debemos hacernos antes de comenzar a trazar líneas sobre el papel.

Hablaremos de encuadre, perspectiva, y figura humana. Y describiré un método para comenzar a dibujar sin miedo personas.

Sin embargo el dibujo como cualquier técnica requiere de un hábito continuado. Sobre el papel y sobre el mundo. Un cuaderno de bocetos donde poder dibujar sin presión todo lo que queramos, pero también una práctica continua de la observación consciente.

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